En los campos de refugiados superpoblados de Sudán, donde la violencia y la escasez son desafíos diarios, las Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús (SHS) ofrecen un apoyo crucial a las personas refugiadas. La congregación de Sudán del Sur, que vive en campamentos como Al Kashafa, proporciona asistencia espiritual, asesoramiento sobre traumas y ayuda práctica a miles de desplazados por décadas de conflicto.
Proporcionar asistencia espiritual y apoyo práctico a Al Kashafa
La presencia de las monjas es vital en el Estado del Nilo Blanco, atiende a los refugiados en Al Kashafa y en campamentos cercanos como Gemeyia y Jorry. Gestionan programas de catequesis, visitan a los enfermos y ofrecen consuelo a quienes padecen hambre, abusos y la carga emocional del desplazamiento. “Nuestro servicio principal es escucharlos”, dijo la hermana Georgina Victor Nyarat, que trabaja en Al Kashafa desde diciembre de 2023. “La gente está sufriendo mucho”.
Del traslado al servicio
La congregación SHS, fundada en 1954 por el obispo Sixtus Mazzoldi en Sudán del Sur, ha vivido de primera mano la guerra y los desplazamientos. Después de huir de la primera guerra civil en Sudán en 1964, las hermanas buscaron refugio en Uganda antes de regresar a Sudán del Sur, solo para verse obligadas a huir de nuevo cuando estalló la segunda guerra civil en Sudán en 1983. Desde entonces, se han quedado con su gente, cruzando fronteras para continuar su misión.
En 2016, tras la escalada de violencia en Sudán del Sur, el obispo Daniel Adwok Kur, de Jartum, invitó a las monjas a cuidar de los refugiados en la región del Nilo Blanco en Sudán. Establecieron su residencia en Al Kashafa, un campamento que alberga a más de 150.000 sudaneses del sur. La residencia de las monjas, construida con láminas de plástico, es una estructura humilde, pero su presencia ha sido un salvavidas para los desplazados.
Afrontar la discriminación y satisfacer las necesidades inmediatas
Las monjas sirven no solo como cuidadoras, sino también como mediadoras en un ambiente tenso en el que las comunidades de acogida a menudo maltratan a los refugiados. La hermana Mary Achwany George, que trabaja en Al Kashafa desde 2016, señaló que los refugiados sudaneses del sur sufren discriminación, incluidas restricciones en la recolección de leña y agua. “Muchos están amenazados de violación y abuso cuando salen del campo”, dijo. A pesar de estos desafíos, las hermanas ofrecen refugio y esperanza a través de la oración y la solidaridad.
Las monjas también brindan un apoyo fundamental ya que las raciones de comida escasean. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) ofrece un poco de alivio, pero las deficiencias persisten, obligando a los refugiados a trabajar como jornaleros con pequeñas remuneraciones. “El estrés y la frustración pueden volverse tan insoportables, especialmente para los jóvenes, que a menudo se enferman”, dijo la hermana Mary.
Compartir fe y esperanza
En medio de estas dificultades, la presencia de las hermanas SHS ayuda a los refugiados a profundizar su fe y a resistir. “Al principio, la gente no estaba cerca de la Iglesia”, recordó la hermana Georgina. “Ahora les gusta rezar con nosotros”. Cada año, el obispo Daniel Adwok visita los campamentos para administrar el sacramento de la Confirmación y brindar atención pastoral.
Sor Mary destacó la resiliencia de los refugiados, que comparten lo poco que tienen con los recién llegados de Sudán. “Con lo poco que tienen, los refugiados sudaneses del sur también ofrecen asistencia a los desplazados sudaneses que llegan a los campamentos. Nos dicen: ‘Dios está ahí, hermanas, y un día volveremos a casa’”.